Un médico de excepción
La obra del galeno
y poeta guayanés José Manuel Agosto Méndez comenzó a hacerse sentir desde que
obtuvo su título de médico en la Universidad Central de Venezuela en 1894, iniciando
una labor caracterizada por una actitud altruista en favor de sus pacientes en
Ciudad Bolívar, lugar donde nació el 9 de julio de
1871, convirtiendo su profesión en un apostolado.
Este
destacado médico se convirtió también en uno de los más notables poetas de su
región, lo que le valió ser ponderado por la crítica especializada como un notable
representante de modernismo en la lírica venezolana, debido a su expresión firme
y al ritmo de sus versos. Entre sus más bellos aportes fue autor de un hermoso
poema sobre Guayana, el cual alcanzó tanta popularidad en la región que el
presidente de esa entidad federal, Arístides Tellería, lo decretó letra del Himno
del Estado Bolívar en el año 1910. En una de las estrofas de esa bella
creación, el poeta Agosto Méndez expresa:
¡Guayana! Santuario de música llena,
que brindas al alma contento y solaz,
permitan los hados que siempre en tu seno
sus rosas y mirtos deshojen la paz.
La decisión del presidente del Estado Bolívar sobre el
Himno fue acogida con agrado por el pueblo guayanés y, sobre todo por los
poetas de la región, como el caso de Jean Aristeigueta, Alarico Gómez y Elías
Inaty. Además, el doctor
Agosto Méndez también se destacó como periodista, publicando numerosos
trabajos como colaborador de "El Cojo Ilustrado" y “El Luchador”.
Fue Director de la "Gaceta Médica" de Ciudad Bolívar y de la
Revista "Horizontes" y, además, ejerció la docencia como profesor
del Colegio Federal de Ciudad Bolívar.
Agosto Méndez fue
miembro de la Junta “Apoteosis del general Antonio Paredes” y le correspondió
acompañar los restos mortales de ese joven militar durante su traslado a
Caracas en 1909, una vez que la Corte Suprema de Justicia (hoy Tribunal
Supremo) decidiera abrirle juicio por asesinato al presidente Cipriano
Castro, responsable de ordenar el fusilamiento del general Paredes, la cual se
llevó a cabo a bordo del buque “El Socorro” frente a la población de
Barrancas del Orinoco el 15 de febrero de 1907.
También se dedicó al servicio público en su
ciudad natal y formó parte de las comisiones de Sanidad y Educación, que
fueron designadas por el Congreso de Municipalidades celebrado en 1911 para
conmemorar el primer centenario de la Independencia de Venezuela.
Este venezolano
excepcional fue electo Diputado, pero solamente aceptó hacerlo en calidad de suplente
para el período 1919-1921, ya que su responsabilidad como médico no le
permitía ausentarse de la ciudad por mucho tiempo. Posteriormente fue electo
Senador, pero también en esa oportunidad puso la misma condición y actuó como
suplente durante los períodos de 1921-1924 y 1924-1927.
Es de hacer notar que jamás tuvo
bienes de fortuna y por lo tanto no pudo adquirir casa familiar, lo que trató
de ser subsanado por la Asamblea Legislativa del Estado Bolívar, de la que
había sido presidente, quien decidió pedirle a la ciudadanía que aportara lo
que pudiese para regalarle una casa a ese hombre extraordinario, que tanto
bien le había hecho a sus habitantes. La suscripción popular tuvo éxito -como
era de suponer- y le empezaron a construir la casa para que allí pudiera
celebrar sus bodas de oro profesionales. Lamentablemente, el doctor Agosto enfermó
gravemente y falleció en Ciudad Bolívar -antes de que se concluyera la obra- el
miércoles 9 de febrero del año 1944. En
la nota de duelo que apareció publicada en el diario “El Luchador” decía que:
“Murió pobre, sin casa propia”, pero debió haberse aclarado que esa pobreza
se debió a que fue un médico humanitario, que usaba sus ganancias para
socorrer al necesitado. En cambio, fue rico en amistades y en el aprecio
popular, además de excelente poeta y buen escritor.
Ciertamente, pudo haberse hecho
rico en pocos años para vivir con esplendor, pero prefirió dedicarse al
servicio público, honrando a su tierra nativa con su esclarecido talento, sus
virtudes ciudadanas y su abnegada labor profesional.
Su sepelio fue un día de duelo en
Ciudad Bolívar. La población se volcó en las calles para acompañarlo en su jornada
final. Fue velado en el Liceo Fernando Peñalver, donde el doctor José Gabriel
Machado pronunció la oración fúnebre. Luego lo llevaron a la plaza Miranda,
donde José Luis Aristeguieta, cuñado del finado, habló en nombre de la
familia; en tanto que el doctor Lino Maradey lo hizo en representación del
gremio médico y Adán Blanco Ledezma lo hizo en representación de profesores y
estudiantes. Todos coincidieron en que “Lo importante no es deplorar su
pérdida sino recoger su ejemplo y proyectarlo”.
Al saber su deceso, el escritor guayanés
Manuel Alfredo Rodríguez, escribió una
semblanza en la cual expresaba: “Me parece ver su estampa de hidalgo, andar y
desandar las calles de Ciudad Bolívar en las visitas a sus enfermos. Era muy
blanco, alto, delgado y un tanto desgarbado. Su indumentaria incluía chaleco
y cuello de pajarita. Se tocaba la calva venerable con sombrero blanco, la
caña de su calzado le subía hasta un palmo más arriba de los tobillos y
portaba un fino bastón. A su paso, todos los transeúntes le cedían la acera y
le saludaban con afectuoso respeto. Era un homenaje al médico filántropo y al
“Príncipe de las letras guayanesas”.
Lamentablemente, la que iba a ser
su casa se encuentra hoy en el más completo deterioro, a pesar de la
intensa labor que desarrolló el doctor Agosto Méndez en beneficio del pueblo
guayanés. Sin duda dejó una herencia cultural sólida que se tradujo en
12 poemarios y 17 libros en prosa, pero lo más importante fue su ejemplo como
profesional, servidor público y ciudadano digno. Entre sus obras figuran:
Guayanesas, Siluetas Literarias, Canción de otoño, Poemas libres, Perfiles
Médicos (dos tomos), Evolución de la medicina en Guayana, Letras vernáculas,
Horas de un Médico y Sinfonías patriotas.
|