martes, 30 de junio de 2015

Duelo, Desvelos y Devociones

En estos días me encontré con el antiguo dirigente político, Oscar Rodríguez y me sorprendió con dos libros de su hija Albor Rodríguez; “Duelo”, “Desvelos y Devociones”. A Albor Rodríguez la conocí (1991) recién graduada de periodista y le ofrecí se encargara de la coordinación y producción de la revista de la Asociación Venezolana de Escritores, Seccional Bolívar. “La Palabra” que ella previa consulta con la directiva que yo presidia como secretario general, le cambió el nombre por el de “Urinoko”, primitiva denominación del río padre de todos los ríos venezolanos.
Después de varios números de la revista con formato muy distinto diseñado por Iván Castillo, Albor hizo carrera en Caracas como periodista de la página de Arte de El Nacional donde estuvo 16 años interrumpidos por cortos períodos en otros diarios de Venezuela (El Tiempo de Puerto La Cruz); de España (El País): de Bolivia (El Mundo).
También experimentó la escritura más allá del periodismo hasta publicar “De eso no se habla”, “La huella del Sida en Venezuela” (premiado) y otros libros, entre ellos, “Desvelos y Devociones” y “Duelo”. El primero corresponde a una serie que se ha propuesto la empresa Cigarrera Bigott para tomar el pulso de la crónica en Venezuela, producto del Seminario de Periodismo Narrativo y de Investigación, que organiza la empresa desde el año 2006.
Este seminario busca rescatar historias y darle a sus narradores, los periodistas, herramientas académicas, prácticas, y la oportunidad de escribirlas en una edición que año a año recoge diversas realidades del país.
La del 2013 reúne estos 18 títulos de una actividad dirigida por la misma Albor Rodríguez y Alfredo Meza, acompañados en charlas y conversatorios por importantes figuras de la comunicación y narración nacional como Boris Muñoz, Leonardo Padrón, Manuel Abrizo y Emilia Díaz: Ahiana Figueroa: Auge y caída de un banquero en la era chavista. Alicia Hernández: El viacrucis de Massiel Pacheco. Ana Rodríguez: El agua que nadie puede beber. Andrea Montilla Kauefati: Los sapos se esconden en Chile. Daniel Murolo: El día que ardió la Panamericana. Erick Lezama: La fama esquiva del valiente Strippoli. Johanna Rodríguez: Las voces que mataron a Lucho. Julio Materano: El hospital donde nadie muere. Lissette Cardona: La banda bajo la escalera. Luisa Mendoza Pérez: El estudiante que no volvió a su casa. Luzmila Mejía Smith: De la euforia a la desesperanza. Maisdulin Younis: Violaciones silenciadas. María Gabriela Fernández B. La arepa de oro. Ilaría José Martínez: A Xavier le quitaron la fuerza. Mariela Vásquez: Chacao en medio de las bombas. Italia Matamoros: La casa del horror. Sauel Morales: El rostro de una invasión. Lilliam Croes: Las grietas que desvelan a Cubiro. Ialdyn Vargas: La quinceañera que no llegó para bailar el vals.
El otro libro “Duelo” es un testimonio desgarrador de Juan Sebastián, su único hijo, un año cuatro meses y tres días de nacido, muerto ahogado en la piscina de su propia casa, un lluvioso jueves por la tarde, 23 de agosto de 2012, guiado en solitario por su riesgosa e implacable inquietud de niño explorador.
Y, ahora, la madre, en un injusto intento de mea culpa, trata de drenar su corazón herido sobre la palabra o, en todo caso, reconstruir su hijo muerto con la arcilla de su propia artesanía como procurando un imposible milagro de resurrección.
La desesperación es tanta que al no poder sostenerse en el letargo de su cuerpo desmayado, casi sin sentido, ni en la fragilidad de su pluma, acude permanente e instintivamente al camposanto donde la humedad de la tierra y la grama encendida de capachos abrigan el cuerpo de su niño insigne. El cementerio se abre entonces como refugio de su alma perseguida por el fantasma inquieto y azaroso de su sangre.



--oo0oo--
Duelo trata de la muerte de un niño de catorce meses. Pero la narradora logra que veamos la historia de un niño vivo. Creo decirlo con propiedad, yo, testigo de la conmoción que causó  ese accidente infausto. La novela es contada desde una impresionante racionalidad narrativa; cuida los detalles arduos de la narración sin omitir casi ninguno, considerando que ésta comienza con la desgarradura de una mujer que pierde a su único hijo, que se siente “escindida”, desenraizada, quizás enloquecida. No obstante, eso lo logra un narrador que piensa en su lector y en el desconsuelo que le causaría un “hecho atroz”.  
En Duelo también nos adentramos en historias entrecruzadas como la de la finca La muchachera, en la del gentilicio bolivarense que se nos presenta como añoranza permanente de la  narradora, en el “milagro” de la vida visto por alguien que pierde a su único hijo desde su propia y múltiples experiencias similares. Duelo escudriña ese hilo imperceptible entre el éxito y la desgracia, entre la vida y la muerte. Es, pues, el testimonio de una mujer y una familia desgarrada. Pero las palabras cuentan la historia de un niño que vive en cada pasaje de esta hermosa novela de Albor Rodríguez.

Rusalca Fernández

lunes, 29 de junio de 2015

Bibliotca digital mundial

REGALO DE LA UNESCO ¡¡¡ 
 
 
 
1.1683218184@web52207.mail.re2.yahoo.com
 
LA NOTICIA DEL LANZAMIENTO EN INTERNET DE LA WDL,
LA BIBLIOTECA DIGITAL MUNDIAL.
 
¡QUÉ REGALAZO DE LA UNESCO PARA LA HUMANIDAD ENTERA! 

 
Ya está disponible en Internet, a través del sitio www.wdl.org
Es una noticia QUE NO SÓLO VALE LA PENA REENVIAR, SINO QUE ¡¡¡ ES UN DEBER ÉTICO HACERLO!!!
Reúne mapas, textos, fotos, grabaciones y películas de todos los tiempos y explica en siete idiomas lasjoyas y reliquias culturales de todas las bibliotecas del planeta. Tiene, sobre todo, carácter patrimonial, anticipó ayer a LA NACIÓN Abdelaziz  Abid, coordinador del proyecto impulsado por la Unesco y otras 32 instituciones. La BDM no ofrecerá documentos corrientes, sino "con valor de patrimonio, que permitirán apreciar y conocer mejor las culturas del mundo en idiomas diferentes: árabe, chino, inglés, francés, ruso, español y portugués. Pero hay documentos en línea en más de 50 idiomas".
"Entre los documentos más antiguos hay algunos códices precolombinos, gracias a la contribución de México, y los primeros mapas de América, dibujados por Diego Gutiérrez para el rey de España en 1562", explicaba Abid. Los tesoros incluyen el Hyakumanto darani, un documento en japonés publicado en el año 764 y considerado el primer texto impreso de la historia;  trabajos de científicos árabes que desvelan el misterio del álgebra; huesos utilizados como oráculos y estelas chinas; la Biblia de Gutenberg; antiguas fotos latinoamericanas de la Biblioteca Nacional de Brasil. Es fácil de navegar.
Cada joya de la cultura universal aparece acompañada de una breve explicación de su contenido y su significado. Los documentos fueron escaneados e incorporados en su idioma original, pero las explicaciones aparecen en siete lenguas, entre ellas, EL ESPAÑOL.
La biblioteca comienza con unos 1.200 documentos, pero ha sido pensada  para recibir un número ilimitado de textos, grabados, mapas, fotografías e ilustraciones. 
¿Cómo se accede al sitio global?  
Aunque será presentado oficialmente hoy en la sede de  la Unesco, en París, la Biblioteca Digital Mundial ya está disponible en Internet, a través del sitiohttp://www.wdl.org/. El acceso es gratuito y los usuarios pueden ingresar directamente por la Web, sin necesidad de registrarse. Permite al internauta orientar su búsqueda por épocas, zonas geográficas, tipo de documento e institución.
El sistema propone las explicaciones en siete idiomas (árabe, chino, inglés, francés, ruso, español y portugués). Los documentos, por su parte, han sido escaneados en su lengua original. Con un simple clic, se pueden pasar las páginas de un libro, acercar o alejar los textos y moverlos en todos los sentidos. La excelente definición de las imágenes permite una lectura cómoda y minuciosa.
Entre las joyas que contiene por el momento  la BDM  está  la Declaración  de Independencia de Estados Unidos, así como las Constituciones de numerosos países; un texto japonés del siglo XVI considerado la  primera impresión de la historia; el diario de un estudioso veneciano que acompañó a Hernando de Magallanes en su viaje alrededor del mundo; el original de las "Fabulas" de Lafontaine, el primer libro publicado en Filipinas en español y tagalog, la Biblia de Gutemberg, y unas pinturas rupestres africanas que datan de 8000 A .C.
Dos regiones del mundo están particularmente bien representadas: América Latina y Medio Oriente. Eso se debe a la activa participación de la Biblioteca Nacional de Brasil, la biblioteca Alejandrina de Egipto y la Universidad Rey Abdulá de Arabia Saudita.
La estructura de  la BDM fue calcada del proyecto de digitalización de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, que comenzó en 1991 y actualmente contiene 11 millones de documentos en línea. Sus responsables afirman que la BDM está sobre todo destinada a  investigadores, maestros y alumnos. Pero la importancia que reviste ese sitio va mucho más allá de la incitación al estudio a las nuevas generaciones que viven en un mundo audiovisual. Este proyecto tampoco es un simple compendio de historia en línea: es la posibilidad de acceder, íntimamente y sin límite de tiempo, al ejemplar invaluable, inabordable, único, que cada cual alguna vez soñó conocer.

lunes, 22 de junio de 2015

Velia Bosch y su primera novela


Reportaje del Coreo del Caroni Ciudad Guayana, Domingo 6 de Junio de 1.999



Pintura de su esposo Gabriel Bracho

VELIA BOSCH ESCRIBE SU PRIMERA NOVELA

* La más guayanesa de las caraqueñas,
Velia Bosch, a los 63 años cumplidos el
23 de mayo  continúa trabajando su obra
literaria, que ya es extensa, no obstante la
muerte de su esposo el muralista Gabriel
Bracho


Américo Fernández
Cuando los caminos eran difíciles y las distancias an­gustiosas, Teresa de la Parra, vino a Ciudad Bolívar a re­cibir el premio especial de los Segundos Juegos Flora­les, por su cuento La Mamá X que posteriormente in­cluiría en su conocida novela Ifigenia. Era febrero de 1923 y Velia Bosch que nació el mismo año (1936) de la muerte de la escritora pudo, sin embargo, compenetrarse con su obra y relatar toda su existencia.
Velia Bosch siguió exhaustivamente la huella de esta insigne venezolana nacida en París y fallecida en Ma­drid, hasta el punto de erigirse en catedrática de su obra. Pocos han escrito e investigado con tanta pasión sobre Ana Teresa Parra Sanojo, la ilustre escritora hispanoa­mericana, atrapada por el flagelo de la tuberculosis para entonces incurable, pero que nunca le quitó las ganas de vivir y escribir.
Con ojo crítico siguió su huella durante casi dos dece­nios sin descuidar otras obligaciones literarias que se impuso desde su primer libro de poesía, Arrunango, sín­tesis poética de sus vivencias en Guayana. La Guayana de su infancia y albores juveniles, la plaza, los juegos, los pregones, las vendedoras de turrones, en fin todas esas cosas tiernas y simples que en la Ciudad Bolívar de no ha mucho llenaban los ojos y la vida de una niña. De una niña que nació por circunstancias imprevistas en la Caracas que transitaba de la dictadura gomecista hacia un status más tolerante por la vía de López Contreras. En esa Caracas, todavía de los techos rojos, había naci­do también por aquellos tiempos el poeta José Sánchez Negrón, quien como ella, nunca se sintió alejado de la profundidad del Orinoco.
"Yo siempre digo como Manuel Alfredo Rodríguez, que guayanés es aquel que tiene más de siete generacio­nes enterradas en suelo bolivarense y es mi caso" me co­mentó en cierta ocasión en la casa del doctor Elías Inaty, donde se hospedaba cada vez que venía a Ciudad Bolí­var en compañía de su esposo, el extinto muralista mara-cucho, Gabriel Bracho. Y es cierto, los ascendientes de Velia, por vía materna, incluyendo a su madre América Román Bello y más atrás, al general Asciclo Román Be­llo, de las guerras caudillescas de principios de siglo y Tomás Antonio Bello, muerto en el segundo asalto al Correo del Oro, nacieron y fueron enterrados en tierra bolivarense. Ella, en cambio, no tuvo la suerte de nacer en Ciudad Bolívar sino en Caracas, frente al Panteón Nacional. Por eso suele decir que es la más guayanesa de las caraqueñas. Su padre, a quien nunca conoció y de quien lleva el apellido Bosch, era cubano de origen cata­lán y pertenecía a la Legión del Caribe.

ESTUDIANTE DE LA RESISTENCIA
Una niña que nunca conoció a su padre pudo, sin em­bargo, verlo o encontrarlo muchas veces en el rielar de las aguas del río al cual se asomaba por las tardes o de madrugada con el alba de colores, desde alguna parte o desde la Laja de la Zapoara. Porque a ella la trajeron a Ciudad Bolívar cuando ape­nas tenía quince meses de edad. Aquí estudió toda la pri­maria y los tres primeros años del bachillerato en la casa donde se reunió el Congreso de Angostura. El resto de la secundaria lo cursó en el Liceo Fermín Toro, donde tam­bién dio pininos en la lucha soterrada que se libraba con­tra el perezjimenismo.
Su madre América Román Bello no era extraña a esa inquietud, pues ella se contaba entre las fundadoras de Acción Democrática junto con su sobrino David Mora­les Bello y Leonardo Ruiz Pineda. Su casa, por lo tanto, era vigilada y en tres ocasiones fue detenida por la Se­guridad Nacional.
Estudió Derecho en la vieja Universidad Central de San Francisco, carrera que interrumpió para casarse con el pintor Gabriel Bracho. Optó después por estudiar Le­tras, pero cerraron la universidad, expulsaron a su mari­do por comunista y no le quedó más alternativa que se­guirlo al exilio, a México, hasta la caída de la dictadura cuando regresó a Caracas y se graduó. Su título lo reci­bió de manos de Rómulo Betancourt, invitado de honor a la graduación.

CIUDAD BOLÍVAR DE SU JUVENTUD
La Ciudad Bolívar de su juventud era por puritana real­mente hermosa y severa. Colegios de niñas y varones. Apenas uno mixto que dirigía Anita Ramírez, empero todos consustanciales con una excelente cultura huma­nística. En la escuela de hembras donde estudió llegó a presidir el Centro Cultural Rufino Blanco Fombona mientras Luis García Morales lo era del Colegio de Va­rones.
Para mí fue de una enseñanza valiosa los carnavales, el teatro popular de calle, los juegos tradicionales. Yo vivía frente a la Plaza Miranda donde semanalmente había retreta los jueves y los domingos en el Pa­seo Falcón. El cuartel estaba entonces en el Capitolio que después pasó a ser sede de la Prefectura y la Policía. El pa­seo que perdió su antiguo ros­tro, era el lugar donde conver­gía la ciudad especialmente el domingo de retreta para tertuliar y encontrarse con las amistades. También lo era la Laja de la Sapoara, hoy sepultada por el concreto arma­do. Allí el poeta Luis García Morales me recitaba sus poemas y sosteníamos una especie de tertulia mínima en torno a lo literario. Yo cantaba en el coro de la Catedral como muchas otras muchachas y asimismo en un Orfe­ón extraordinario dirigido por el profesor Fitzi Miranda.

TRES GRANDES PASIONES
He sido una mujer que he podido paralelamente des­arrollarme como intelectual, escritora e investigadora en torno a tres grandes pasiones: la literatura infantil, el es­tudio de Teresa de la Parra y la poesía. Además, una mu­jer dedicada a mi hogar y la familia que es lo fundamen­tal.
En mi realización como mujer e intelectual siempre conté con el respaldo de mi marido en forma total, pese
a que su trabajo de muralista era intenso y comprometi­do. Era él un pintor de obras monumentales, muy realista a la memoria de Sequeiros  de quien fue alumno muy influenciado por éste y la pintura mexicana.

LO QUE HACE Y LO QUE HA HECHO
Después que me gradué de licenciada en Letras, me dediqué a la docencia durante doce años y luego de lleno a la crítica.
En 1959, la Casa de la Cultura del Ecuador publicó mi libro “Dame una rosa pura.  Luego siguieron Arrunango, A los cinco grados, Las Palabras y las sombras, A los cinco grados de latitud, Antoogía del Lago, Gente del Orinoc. Realicé un trabajo pata la Academia Nacional de la Historia sobre la Revista Bolívar, de la que se publicaron 14 números para Es­paña. Esta pobre len­gua viva, relectura de la obra de Teresa de la Parra que mereció menciones del Premio Municipal de Literatura de Caracas y Bienal de Literatura José Rafael Pocaterra de Valencia. Por en­cargo de Monte Ávila escribí después Teresa de la Parra ante la crítica, libro editado en 1982 que recoge textos de diferentes autores.
La Biblioteca Ayacucho me solicitó un trabajo sobre las obras completas de Teresa de la Parra no obstante existir uno con ese título. Pero, evidentemente, se demandaba un trabajo más amplio y exhaustivo. Creo haberlo logrado tras década y media de investigación a fondo, de rescate de su obra inédita, de búsqueda de documentos desconocidos, de asedio a la gente que conoció y sostuvo comunicación con ella, sondeando orígenes de su extraordinaria psicología, de su extraordinaria manera de ser como mujer. Pude localizar su diario, cuentos inéditos que publiqué en 1963 y varios tex tos inéditos de Arturo Uslar Pietri y Juan Liscano, en Vene­zuela, y de Ismael Enrique Arciniegas, en Colomhia. La misma Biblioteca Ayacucho me pidió después que hiciera un trabajo sobre la iconografía de su largo itine­rario ante el fotógrafo, que me sirvió después para otro trabajo realizado por encargo de la Biblioteca Nacional de Venezuela. Esta me propuso ante la Unesco y la Uni­versidad de París para una edición crítica que me llevó tres años. Este libro con 36 fotografías y una cronología del suceso histórico de la época de Teresa de la Parra, fue presentado en Roma. Es una obra para especialistas hacia donde generalmente está orientado el trabajo edi­torial de la Unesco.

LOS RESTOS DE TERESA
Los restos de Teresa de la Parra que se hallaban en el Cementerio General del Sur desde 1947 y que fueron trasladados desde Francia, se encuentran ahora en el Panteón Nacional gracias a un movimiento de opinión de  intelectuales impulsado por la propia Velia Bosch.
E1 acto de traslado se cumplió el 7 de noviembre de 1989 tras acuerdo del Senado y decreto del presidente de la República, Carlos Andrés Pérez. Ahora son tres las mujeres venezolanas en el Panteón Nacional: Luisa Cá­ceres de Arismendi, la del heroico sacrificio; Teresa Ca­rreño, ilustre por su virtuosismo musical, y Teresa de la Parra, autora de Ifigenia y Memorias de Mama Blanca. Tocó a Velia Bosch pronunciar el discurso de orden en el Panteón Nacional y en tan solemne ocasión decir: -"Una razón de poesía me acompaña hoy al pronunciar, si no una oración, al menos un canto, porque han sido tantas las vías que me han conducido al mismo sitio de la escritura y vividura de Teresa de la Parra que he senti­do el horror de ver desaparecer las palabras ante esta tangible ceremonia, por solemne, estremecedora. Restos que hace más de medio siglo abandonaron el viento he­lado de las cumbres suizas y la despiadada soledad de la Sierra de Guaderrama por donde vagaron sus palabras de ausencia, restos que hace justamente 53 años y 6 me­ses saciaron su apetito de tierra, se presentan ante nos­otros ¿Desde cuando las enredaderas bajas que anidan las tumbas y los yerbajos que hacen brotar las lluvias mañaneras en Tierra de Jugo sólo dejan escuchar las no­tas graves de los oboes?

SU PRIMERA NOVELA
No obstante la depresión sufrida por la muerte del pin­tor Gabriel Bracho, Velia Bosch no ha dejado de escri­bir. Tiene en preparación un libro de poesía que circula­rá con el titulo de Guárdalos tú como eran, un ensayo de literatura infantil y experiencias recreativas, el cual ya tiene nombre: Viaje a bordo de la imaginación; un epis­tolario inédito de Teresa de la Parra (Cartas de amor y desamor) y ahora nos ha transmitido desde Estados Uni­dos, donde se halla visitando a la Nena, hija desposada con un hijo del Dr. Elías Ynaty, que está a punto de salir su primera novela, tal vez para coronar sus pasiones.
La novela “Me querían mansa”, está ambientada en Ciu­dad Bolívar y actualmente está en proceso de lectura por los interesados en publicarla: Monte Ávila juntamente con la Secretaría de Cultura de la Gobernación del esta­do Zulia.
La obra de Velia Bosch ha sido comentada por críticos venezolanos y extranjeros: Benjamín Carrión (ecuato­riano), Raúl Bueno Chávez (peruano), Rosario Hiriart (cubana), Jacques Josset (belga), Efraín Subero, Augus­to Germán Orihuela, José Ramón Medina, Pascual Ve­negas Filardo, Helena Sassone, Roberto José Lovera, Alexis Márquez Rodríguez, entre otros.

MINUTO INAPELABLE
Rompen a llorar los corderos del viento
Mi Madre es una garza que les canta
Al infinito a la ausencia y a la nada
Todo oscurece de espesura
Y es fuego sobre fuego el trueno abierto
Chorros de otro cielo
Arrastran ciruelas y ponsigués poridos
¡Oh aroma de sus dedos
Mójame ahora lluvia ¿Quién puede Apacentar
 los corderos del viento?
Dejó su cruz de palma
Sosegadora de tormentas
Nostalgia y duermevela
Todos sus fantasmas morirán de igual miedo
Fanal de su memoria consumido
Minuto inapelable

(De su libro Angeles y ceremonias publicado en 1983)


martes, 9 de junio de 2015

EL CEREBRO REPTIL / Por: Riolama Fernández



Desde que llegó a vivir a su casa el entendimiento fue tácito. Se miraron largamente a los ojos la una a la otra y a pesar de la incapacidad para gesticular y hacer movimientos que pudieran significar un lenguaje de aceptación, afecto o simple saludo, hubo una emanación energética a través de la cual obtuvo la certeza de que en efecto ella quería vivir allí.

La miraba interrogante, preocupada de que no fuera a gustarle ese ambiente ajeno a su condición, pero la respuesta fue una permanencia estática, solamente dejó caer sus parpados una sola vez para fijar sus ojos en ella con una seguridad y entereza jamás imaginada.

La convivencia fue serena, apacible, sin demandas ni más responsabilidad que ser partícipe de la vida en comunión respirando el mismo aire y compartiendo el espacio y el alimento, como todo ser primario, como todo ser evolucionado.

La convivencia transcurrió como en un templo, donde cada día a cada hora ocurre la misma cosa. La vida como un ritual, en armonía con lo que nos rodea, con lo que se tiene, con lo que se da, con lo que toca. A una hora en una habitación, otra hora en otra y así daba la vuelta a la casa desde el amanecer hasta el anochecer como las agujas dan la vuelta al reloj durante un día.

Esa certeza maravillosa de saberla en la puerta del cuarto a las seis de la mañana y a las siete en la del baño, su manera de acompañar y acompañarse a sabiendas que pasaría el resto del día fuera. A la una de la tarde robándose los rayos de luz que entran por la ventana de la sala, a las seis de la tarde en la cocina y a las nueve de la noche tomar la biblioteca de refugio hasta el otro día, para repetir su rutina con impresionante precisión, su ritual de ser vivo armónico y feliz.

Ese andar pausado, sin prisa, disfrutando cada paso, como la razón de vivir. La calma emanada de una respiración inaudible, la vida silenciosa apoderada del recinto, el ir paso a paso acomodando los objetos, limpiando cada uno, ubicarlos en un lugar con estética decorativa, cada uno un símbolo o un recuerdo de algo o de alguien. El abrir las gavetas y doblar la ropa con cuidado, en silencio, hacerlo impecablemente bien aunque mientras, la mente se sumerja en recuerdos lejanos y asuntos distantes. Una presencia ausente de sonido pero firmemente presente. El doblar la ropa, arreglar las gavetas, limpiar la casa en forma automática casi sin conciencia, con la religiosidad perfecta del cerebro reptil.

Ese reconocimiento tácito entre una y otra, saberse con el mismo origen, y porqué no, la misma esencia, la recapitulación ontológica de la teoría de la evolución, la anatomía comparada o teología pura.

Una y otra, cada una en su religioso recorrido por las habitaciones de la casa, desde la mañana hasta el anochecer, paso a paso y en silencioso hacer y vivir, en comunión perfecta una y otra, compartiendo el mismo espacio, el mismo alimento y la misma razón de ser. El amor no tuvo más opciones, sino surgir como obra del espíritu emanado del gesto ritual.

Con el amor y cortezas adicionales de cerebro, surge la conciencia de la responsabilidad por la compañera frágil, incapaz de defenderse y correr, saberla sólo capaz de refugiarse y esconderse, sin capacidad de agredir o huir.

La conciencia que da un cerebro más grande del deber de defender lo que se ama, más allá de toda norma, la capacidad de innovación, aunque tan sólo sean simples sustituciones de rituales por otros, evidente predominio del cerebro reptil.

El olor de la carne de reptil es suave y profundo, capaz de estimular las más recónditas regiones olfativas, promoviendo la salivación. El rito diario del cerebro más grande es ausentarse del templo durante el día, para innovar rituales o hacer tradiciones. Todo templo siempre es susceptible a la profanación.

A las seis de la tarde la compañera en la cocina, parte de la rutina diaria, como siempre, allí la encontró, esta vez sancochada en una olla, el templo profanado por alguien con el olfato estimulado.

Esa actitud religiosa, de ir y venir por la casa en un riguroso recorrido como las agujas que dan vueltas a través del reloj, esa incapacidad de gesticular del reptil, sólo movimientos rutinarios y repetitivos. Allí estaba el profanador, en el comedor, con sonriente salivación. Con un solo movimiento, rápido, certero y con impresionante precisión cortó su garganta. Los reptiles son así, llevan una vida de monjes, sólo reaccionan para defenderse, pero precisos en el ataque.


Como parte del ritual diario, lavó el cuchillo, limpio la casa y ordenó todo pacientemente, primero una habitación luego otra, con su respiración lenta casi inaudible, sin gestos, con parsimonia. La vida como un ritual, en armonía con lo que le rodea, con lo que se tiene con lo que se da, con lo que toca. A una hora en una habitación, otra hora en otra, dando la vuelta a la casa desde el amanecer hasta el anochecer.