lunes, 22 de junio de 2015

Velia Bosch y su primera novela


Reportaje del Coreo del Caroni Ciudad Guayana, Domingo 6 de Junio de 1.999



Pintura de su esposo Gabriel Bracho

VELIA BOSCH ESCRIBE SU PRIMERA NOVELA

* La más guayanesa de las caraqueñas,
Velia Bosch, a los 63 años cumplidos el
23 de mayo  continúa trabajando su obra
literaria, que ya es extensa, no obstante la
muerte de su esposo el muralista Gabriel
Bracho


Américo Fernández
Cuando los caminos eran difíciles y las distancias an­gustiosas, Teresa de la Parra, vino a Ciudad Bolívar a re­cibir el premio especial de los Segundos Juegos Flora­les, por su cuento La Mamá X que posteriormente in­cluiría en su conocida novela Ifigenia. Era febrero de 1923 y Velia Bosch que nació el mismo año (1936) de la muerte de la escritora pudo, sin embargo, compenetrarse con su obra y relatar toda su existencia.
Velia Bosch siguió exhaustivamente la huella de esta insigne venezolana nacida en París y fallecida en Ma­drid, hasta el punto de erigirse en catedrática de su obra. Pocos han escrito e investigado con tanta pasión sobre Ana Teresa Parra Sanojo, la ilustre escritora hispanoa­mericana, atrapada por el flagelo de la tuberculosis para entonces incurable, pero que nunca le quitó las ganas de vivir y escribir.
Con ojo crítico siguió su huella durante casi dos dece­nios sin descuidar otras obligaciones literarias que se impuso desde su primer libro de poesía, Arrunango, sín­tesis poética de sus vivencias en Guayana. La Guayana de su infancia y albores juveniles, la plaza, los juegos, los pregones, las vendedoras de turrones, en fin todas esas cosas tiernas y simples que en la Ciudad Bolívar de no ha mucho llenaban los ojos y la vida de una niña. De una niña que nació por circunstancias imprevistas en la Caracas que transitaba de la dictadura gomecista hacia un status más tolerante por la vía de López Contreras. En esa Caracas, todavía de los techos rojos, había naci­do también por aquellos tiempos el poeta José Sánchez Negrón, quien como ella, nunca se sintió alejado de la profundidad del Orinoco.
"Yo siempre digo como Manuel Alfredo Rodríguez, que guayanés es aquel que tiene más de siete generacio­nes enterradas en suelo bolivarense y es mi caso" me co­mentó en cierta ocasión en la casa del doctor Elías Inaty, donde se hospedaba cada vez que venía a Ciudad Bolí­var en compañía de su esposo, el extinto muralista mara-cucho, Gabriel Bracho. Y es cierto, los ascendientes de Velia, por vía materna, incluyendo a su madre América Román Bello y más atrás, al general Asciclo Román Be­llo, de las guerras caudillescas de principios de siglo y Tomás Antonio Bello, muerto en el segundo asalto al Correo del Oro, nacieron y fueron enterrados en tierra bolivarense. Ella, en cambio, no tuvo la suerte de nacer en Ciudad Bolívar sino en Caracas, frente al Panteón Nacional. Por eso suele decir que es la más guayanesa de las caraqueñas. Su padre, a quien nunca conoció y de quien lleva el apellido Bosch, era cubano de origen cata­lán y pertenecía a la Legión del Caribe.

ESTUDIANTE DE LA RESISTENCIA
Una niña que nunca conoció a su padre pudo, sin em­bargo, verlo o encontrarlo muchas veces en el rielar de las aguas del río al cual se asomaba por las tardes o de madrugada con el alba de colores, desde alguna parte o desde la Laja de la Zapoara. Porque a ella la trajeron a Ciudad Bolívar cuando ape­nas tenía quince meses de edad. Aquí estudió toda la pri­maria y los tres primeros años del bachillerato en la casa donde se reunió el Congreso de Angostura. El resto de la secundaria lo cursó en el Liceo Fermín Toro, donde tam­bién dio pininos en la lucha soterrada que se libraba con­tra el perezjimenismo.
Su madre América Román Bello no era extraña a esa inquietud, pues ella se contaba entre las fundadoras de Acción Democrática junto con su sobrino David Mora­les Bello y Leonardo Ruiz Pineda. Su casa, por lo tanto, era vigilada y en tres ocasiones fue detenida por la Se­guridad Nacional.
Estudió Derecho en la vieja Universidad Central de San Francisco, carrera que interrumpió para casarse con el pintor Gabriel Bracho. Optó después por estudiar Le­tras, pero cerraron la universidad, expulsaron a su mari­do por comunista y no le quedó más alternativa que se­guirlo al exilio, a México, hasta la caída de la dictadura cuando regresó a Caracas y se graduó. Su título lo reci­bió de manos de Rómulo Betancourt, invitado de honor a la graduación.

CIUDAD BOLÍVAR DE SU JUVENTUD
La Ciudad Bolívar de su juventud era por puritana real­mente hermosa y severa. Colegios de niñas y varones. Apenas uno mixto que dirigía Anita Ramírez, empero todos consustanciales con una excelente cultura huma­nística. En la escuela de hembras donde estudió llegó a presidir el Centro Cultural Rufino Blanco Fombona mientras Luis García Morales lo era del Colegio de Va­rones.
Para mí fue de una enseñanza valiosa los carnavales, el teatro popular de calle, los juegos tradicionales. Yo vivía frente a la Plaza Miranda donde semanalmente había retreta los jueves y los domingos en el Pa­seo Falcón. El cuartel estaba entonces en el Capitolio que después pasó a ser sede de la Prefectura y la Policía. El pa­seo que perdió su antiguo ros­tro, era el lugar donde conver­gía la ciudad especialmente el domingo de retreta para tertuliar y encontrarse con las amistades. También lo era la Laja de la Sapoara, hoy sepultada por el concreto arma­do. Allí el poeta Luis García Morales me recitaba sus poemas y sosteníamos una especie de tertulia mínima en torno a lo literario. Yo cantaba en el coro de la Catedral como muchas otras muchachas y asimismo en un Orfe­ón extraordinario dirigido por el profesor Fitzi Miranda.

TRES GRANDES PASIONES
He sido una mujer que he podido paralelamente des­arrollarme como intelectual, escritora e investigadora en torno a tres grandes pasiones: la literatura infantil, el es­tudio de Teresa de la Parra y la poesía. Además, una mu­jer dedicada a mi hogar y la familia que es lo fundamen­tal.
En mi realización como mujer e intelectual siempre conté con el respaldo de mi marido en forma total, pese
a que su trabajo de muralista era intenso y comprometi­do. Era él un pintor de obras monumentales, muy realista a la memoria de Sequeiros  de quien fue alumno muy influenciado por éste y la pintura mexicana.

LO QUE HACE Y LO QUE HA HECHO
Después que me gradué de licenciada en Letras, me dediqué a la docencia durante doce años y luego de lleno a la crítica.
En 1959, la Casa de la Cultura del Ecuador publicó mi libro “Dame una rosa pura.  Luego siguieron Arrunango, A los cinco grados, Las Palabras y las sombras, A los cinco grados de latitud, Antoogía del Lago, Gente del Orinoc. Realicé un trabajo pata la Academia Nacional de la Historia sobre la Revista Bolívar, de la que se publicaron 14 números para Es­paña. Esta pobre len­gua viva, relectura de la obra de Teresa de la Parra que mereció menciones del Premio Municipal de Literatura de Caracas y Bienal de Literatura José Rafael Pocaterra de Valencia. Por en­cargo de Monte Ávila escribí después Teresa de la Parra ante la crítica, libro editado en 1982 que recoge textos de diferentes autores.
La Biblioteca Ayacucho me solicitó un trabajo sobre las obras completas de Teresa de la Parra no obstante existir uno con ese título. Pero, evidentemente, se demandaba un trabajo más amplio y exhaustivo. Creo haberlo logrado tras década y media de investigación a fondo, de rescate de su obra inédita, de búsqueda de documentos desconocidos, de asedio a la gente que conoció y sostuvo comunicación con ella, sondeando orígenes de su extraordinaria psicología, de su extraordinaria manera de ser como mujer. Pude localizar su diario, cuentos inéditos que publiqué en 1963 y varios tex tos inéditos de Arturo Uslar Pietri y Juan Liscano, en Vene­zuela, y de Ismael Enrique Arciniegas, en Colomhia. La misma Biblioteca Ayacucho me pidió después que hiciera un trabajo sobre la iconografía de su largo itine­rario ante el fotógrafo, que me sirvió después para otro trabajo realizado por encargo de la Biblioteca Nacional de Venezuela. Esta me propuso ante la Unesco y la Uni­versidad de París para una edición crítica que me llevó tres años. Este libro con 36 fotografías y una cronología del suceso histórico de la época de Teresa de la Parra, fue presentado en Roma. Es una obra para especialistas hacia donde generalmente está orientado el trabajo edi­torial de la Unesco.

LOS RESTOS DE TERESA
Los restos de Teresa de la Parra que se hallaban en el Cementerio General del Sur desde 1947 y que fueron trasladados desde Francia, se encuentran ahora en el Panteón Nacional gracias a un movimiento de opinión de  intelectuales impulsado por la propia Velia Bosch.
E1 acto de traslado se cumplió el 7 de noviembre de 1989 tras acuerdo del Senado y decreto del presidente de la República, Carlos Andrés Pérez. Ahora son tres las mujeres venezolanas en el Panteón Nacional: Luisa Cá­ceres de Arismendi, la del heroico sacrificio; Teresa Ca­rreño, ilustre por su virtuosismo musical, y Teresa de la Parra, autora de Ifigenia y Memorias de Mama Blanca. Tocó a Velia Bosch pronunciar el discurso de orden en el Panteón Nacional y en tan solemne ocasión decir: -"Una razón de poesía me acompaña hoy al pronunciar, si no una oración, al menos un canto, porque han sido tantas las vías que me han conducido al mismo sitio de la escritura y vividura de Teresa de la Parra que he senti­do el horror de ver desaparecer las palabras ante esta tangible ceremonia, por solemne, estremecedora. Restos que hace más de medio siglo abandonaron el viento he­lado de las cumbres suizas y la despiadada soledad de la Sierra de Guaderrama por donde vagaron sus palabras de ausencia, restos que hace justamente 53 años y 6 me­ses saciaron su apetito de tierra, se presentan ante nos­otros ¿Desde cuando las enredaderas bajas que anidan las tumbas y los yerbajos que hacen brotar las lluvias mañaneras en Tierra de Jugo sólo dejan escuchar las no­tas graves de los oboes?

SU PRIMERA NOVELA
No obstante la depresión sufrida por la muerte del pin­tor Gabriel Bracho, Velia Bosch no ha dejado de escri­bir. Tiene en preparación un libro de poesía que circula­rá con el titulo de Guárdalos tú como eran, un ensayo de literatura infantil y experiencias recreativas, el cual ya tiene nombre: Viaje a bordo de la imaginación; un epis­tolario inédito de Teresa de la Parra (Cartas de amor y desamor) y ahora nos ha transmitido desde Estados Uni­dos, donde se halla visitando a la Nena, hija desposada con un hijo del Dr. Elías Ynaty, que está a punto de salir su primera novela, tal vez para coronar sus pasiones.
La novela “Me querían mansa”, está ambientada en Ciu­dad Bolívar y actualmente está en proceso de lectura por los interesados en publicarla: Monte Ávila juntamente con la Secretaría de Cultura de la Gobernación del esta­do Zulia.
La obra de Velia Bosch ha sido comentada por críticos venezolanos y extranjeros: Benjamín Carrión (ecuato­riano), Raúl Bueno Chávez (peruano), Rosario Hiriart (cubana), Jacques Josset (belga), Efraín Subero, Augus­to Germán Orihuela, José Ramón Medina, Pascual Ve­negas Filardo, Helena Sassone, Roberto José Lovera, Alexis Márquez Rodríguez, entre otros.

MINUTO INAPELABLE
Rompen a llorar los corderos del viento
Mi Madre es una garza que les canta
Al infinito a la ausencia y a la nada
Todo oscurece de espesura
Y es fuego sobre fuego el trueno abierto
Chorros de otro cielo
Arrastran ciruelas y ponsigués poridos
¡Oh aroma de sus dedos
Mójame ahora lluvia ¿Quién puede Apacentar
 los corderos del viento?
Dejó su cruz de palma
Sosegadora de tormentas
Nostalgia y duermevela
Todos sus fantasmas morirán de igual miedo
Fanal de su memoria consumido
Minuto inapelable

(De su libro Angeles y ceremonias publicado en 1983)


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