jueves, 25 de febrero de 2021

Historicidad: categoría de historia, tiempo y clima intelectual

Ángel Américo Fernández Historicidad: Es un concepto complejo que implica una auto reflexión, un darse cuenta de que todas las acciones humanas trascendentes que marcan rupturas, rebasamientos, hitos evolutivos o dejan huellas en el devenir del mundo, forman parte de la historia. Sin embargo, más que destacar acontecimientos en una época específica, lo que interesa es reflexionar sobre la propia historia. En este proceso intelectual se pone acento en un carácter cardinal de la historia: su temporalidad. “La Historia no es sino la vida captada desde el punto de vista del todo de la humanidad, que constituye una conexión” (Dilthey, W. 1944.p.281). La temporalidad es intrínseca a la vida; la vida en sí misma por contener el tiempo es un fenómeno histórico. La vida no puede ser llevada ante el tribunal de la razón. La vida es histórica en cuanto es captada en su marcha en el tiempo y en el nexo efectivo que así surge” (Ibíd. p. 286). La idea de tiempo es clave para encarar el proceso de comprensión de la historia, sobre todo porque el tiempo se encuentra acompañado de cierta entonación cultural y de un cierto clima de ideas que lo animan y contribuyen a configurarlo. En el célebre fragmento de Hegel citado por Marcuse. H (1972) se lee: “El espíritu, por esencia, es afectado por el tiempo, pues existe sólo en los procesos temporales de la historia. Las formas del espíritu se manifiestan a sí mismas en el tiempo, y la historia del mundo es una exposición del espíritu en el tiempo” (p.220). Aquí referimos a Hegel sólo para ver la importancia del tiempo en relación con la historia, pero por descontado que la historia no es producto del autodesarrollo del espíritu absoluto. El único espíritu implicado en el mundo histórico es el espíritu humano. “El modo de ser de la subjetividad como historicidad absoluta es su temporalidad” (Husserl). En consecuencia, el tiempo pensado en esta problemática nada tiene que ver con la idea de tiempo cronológico, es un tiempo intelectual o filosófico condensado en una atmósfera o ambiente de ideas que tienen influencia decisiva en las acciones o prácticas humanas. En este marco el tiempo sería un riel que indica ciertas direcciones o coordenadas de navegación para el transcurrir de los hechos históricos. Es en ese marco donde se inscribe la metáfora, también de Hegel, el “espíritu del tiempo” o el “espíritu de la época”. La historicidad es el pensar sobre la historia, pero es también captar la sensibilidad de un cierto ambiente, como si el enclave intelectual, la cultura y las ideas cobraran vida propia, incluso como componente ontológico para influir en las acciones de los hombres. Comprender el sentido del tiempo en relación con la historia, he allí el rasgo sustantivo de la historicidad. A modo pedagógico se podrían citar variadas y múltiples referencias. Por ejemplo, un tiempo de profunda religiosidad como el de la Edad Media europea sirvió para apalancar un movimiento como las Cruzadas. Un ambiente de crítica intelectual con aires liberales fue el marco en el que se desencadenó la Revolución Francesa. De la misma manera un tiempo signado por exacerbados nacionalismos preparó el terreno para la primera guerra mundial. La historicidad en este aspecto constituye un plexo de sentido que permite explicar la acción socio-histórica para dotarla de contenido, y es además un componente analítico del que se sirve el investigador de la historia en su narrativa. Eso no significa que sólo constituya una apelación post facto. Grandes pensadores han dado cuenta de la historicidad como actores e intérpretes del presente como ocurrió con el Voltaire de la Revolución Francesa y el Hegel de la era napoleónica y de la Restauración. También conviene precisar que la historicidad se liga comúnmente a la idea de cambio, pero especialmente al tipo de cambio que la vida humana puede esperar cuando brote el contenido de la historicidad. El epistemólogo venezolano Rigoberto Lanz. (1993) señala que es la Ilustración como paradigma gnoseológico de la modernidad la que incorpora la historicidad como horizonte de sentido del pensamiento y de la práctica social. (p.29). Un debate medular a propósito de la historicidad es si la historia humana marcha hacia un lugar o una dirección, esto es, si la historia tiene un sentido. La filosofía de la Ilustración postuló que la historia marchaba hacia el progreso. Hegel escribió que la historia tenía en su carga teleológica reconciliarse con la razón en la finalidad de la libertad. Marx elaboró el relato de una historia que conducía hacia la “sociedad sin clases”. En tanto Nietzsche disuelve el “gran sentido” elaborando una severa crítica al tiempo homogéneo y lineal de la concepción judeo-cristiana hasta decantarse a favor de una noción de sentido anudada a la vida, en la que se pueda hacer lectura de las sociedades humanas conviviendo en distintos climas morales. Se abre así el juego hacia un pensamiento de la perspectiva, entonces cada pueblo o cada sociedad construye una dirección o sentidos diferentes. Desde esta modesta bitácora sostenemos que no hay “leyes de la historia” ni puntos de llegada a la manera de “tierra prometida” prefiguradas desde la modernidad o desde el historicismo marxista. Pero tampoco suscribimos planteamientos nihilistas de absoluta disolución del sentido no sólo de la historia sino de la realidad. La historia no puede ser vista como un mero devenir mecánico de sucesos; a la realidad humana no se le debe dar lectura como una vorágine de pura sucesividad. La realidad humana como “humanidad vivida” y concienciada del “tiempo que la vida es” (Heidegger) en su historicidad, comporta algo de anticipación, de meditar cursos de acción, de prefigurar proyectos y lidiar con “lo contingente”. Naturalmente el tiempo que “la vida es” tiene una enorme carga de pasado, por eso es historia y temporalidad, pero es también tradición, cuerpo de ideas, conciencia, capacidad de anticipación, proyectar hacia el futuro, eso sí, a contrapelo de contenidos proféticos o mesiánicos. Tomamos distancia neta de un sentido totalizante o trascendental, pero si se disuelve por completo el sentido no ya de la historia sino “en la historia”, una gruesa parte de la historia quedaría sin explicación incluyendo acontecimientos brutalmente trascendentes. Me parece que en la evolución de las instituciones, en el avance del conocimiento y en las expresiones culturales se encuentra un basamento muy fuerte para sostener que no se puede plantear ese extremo de una historia de sucesividad pura en un escenario de “abolición del sentido”. Referencias Dilthey, Wilhelm. (1944). El mundo histórico. Edit. Fondo de Cultura Económica. México. Marcuse, Herbert. (1972). Razón y Revolución. Alianza Editorial Madrid. España. Lanz, Rigoberto. (1993). El Discurso Posmoderno: crítica de la razón escéptica. Universidad Central de Venezuela. Caracas.

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