Comencé a incursionar en el campo de la poesía siendo joven, en los años 40, iniciando los primeros pasos en el Surrealismo, junto a Alarico Gómez, Jean Aristiguieta, Arquimedes Brito y José Ramón Del Valle La veaux, en el Grupo Aureoguayanos. Si en verdad se comienza por la curiosidad, se termina en el convencimiento. Y es que en las tertulias en la Plaza Bolívar, oía por primera vez la expresión "romper con los moldes existentes"; basta de métrica, de consonancia, de versos alejandrinos, de sonetos, de elegías, de acrósticos, y de decirle al pan pan y al vino vino. Desafiábamos a todo lo dogma tico y establecido como norma para que el poema se considere poesía. Expresar lo mismo pero -de otra manera, si se quiere complicada para el lector acostumbrado a la poesía clásica. Por supuesto que la crítica no se hizo esperar, y lo que publicábamos los sábados en el semanario El Orinoco, recibía los lunes en el Diario El Luchador, en la columna "Piscina Literaria" de un tal Kepler Ruiz (seudónimo) las más severas críticas, llegando a decir una vez:
"Arquimedes, Alarico y Elías
son un caso de manicomio y policía".
Decía que nos leía de arriba hacia abajo, de derecha a izquierda y viceversa, y no entendía nada.
No debíamos claudicar. No escribimos para losde hoy, repetíamos. Algún día nos entenderán. Nosotros no estábamos haciendo un descubrimiento, sino incor¬porándonos a un movimiento poético innovador, ins¬pirado por Andrés Breton, quien describió las tesis revolucionarias de ese movimiento en los siguientes términos: "Para mí, la más fuerte de las imágenes surrealistas es la que presenta el grado más elevado de arbitrariedad; la que necesita más tiempo para ser tra¬ducida en lenguaje práctico, sea porque encierra una enorme dosis de contradicción aparente, sea porque se sustrae curiosamente uno de sus términos...sea por ser de orden alucinatorio, sea porque presta muy natural¬mente a lo abstracto la máscara de lo concreto, o viceversá, sea porque implica la negación de alguna propiedad física elemental, sea porque desencadena la risa".
El surrealismo no fué una escuela literaria sino un movimiento de espíritu. Si algo ha estado permanente en mí, es una de las tantas opiniones sabias de Breton, y es en relación a las novelas, es decir, si en una novela no hay poesía, o por lo menos una manera original de hacer poesía, la novela no me agrada.
Pero vino la dispersión. Alarico viaja a Caracas y yo a seguir estudios en Bogotá. Más tarde mueren Arquimides y Alarico en plena juventud. Yo los invoqué en un poema en el cual decía:
La Volábamos los tres
en la ansiedad del pensamiento sin esquinas. Soñábamos entonces
con la inspiración desnuda sin peso y sin talla
en nuestro afán de rehabilitar la palabra raquítica.
Hoy los hallé sobre el corazón del viento
sin edad y sin rostros
porque la poesía es así.
Y como el llanto no se escribe
yo lo canto, como alimento de niño.
En el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario (Bogotá) donde obtuve el título de Bachiller en Filosofía y Letras, siendo mi profesor de literatura el poeta Eduardo Carranza, pertenecí al grupo literario Rafael María Carrasquilla, y escribía para el periódico Trinchera de Cartagena.
A mi regreso a Caracas para seguir estudios de medicina, asistí con Alarico Gómez a una tertulia con otros poetas, y allí me entrevistó una persona, apareciendo el día siguiente en el diario El Nacional del 22 de agosto de 1950 en la columna Genio y Figura del Diablo Cojuelo (creo que se llamaba Antonio Aparicio), columna que aún conservo, encabezada por la figura del Quijote y un molino de viento. Me interrogó sobre mi niñez, y le respondí* que había sido llevado por mis padres al Líbano para conocer a los abuelos, y describió mi recorrido por el Mediterráneo -mar interior de la cultura-desde Gibraltar hasta Suez, siguiendo un itinerario que me parecían tarjetas postales, y que en efecto Francia, Italia, el Medio Oriente eran una postal multicolor y gigantesca. Señalaba que ya desde mi niñez escudriñaba ñaba en el paisaje lo que germinaba en el futuro poeta. Luego vino la pregunta obligada: por qué estudiar medicina? Y le respondí: porque la perfección de la armonía reside en el cuerpo humano, y tanto el médico como el poeta, el uno con su ciencia y el otro con su arte, pueden devolver el equilibrio justo donde el equilibrio se ha perdido.
Seguí escribiendo. Alarico me criticaba la influencia de la medicina en mi poesía. En 1951 yo leía mi poema Sombra en el Paisaje, en un cafetín de Caracas, y al finalizar el poema escuchamos al portugués llamando a la Seguridad Nacional. La velocidad de nuestra carrera fue increíble.
Pasé un tiempo dedicado a mi profesión de médico, y no fue sino a mediados de los años sesenta, cuando llegó a la Dirección de Extensión Cultural de la Universidad de Oriente David Alizo, quien reanudó las tertulias literarias en su casa con poetas locales y nacionales. Entonces comencé a escribir de nuevo. Y surgió mi primer poemario Las Cenizas del Día (1968).
Luego escribo dos libros de medicina como trabajo de ascenso en mi escalafón universitario (Manual de Semiología Pediátrica 1971 y Contribución a la Pediatría Social 1978).
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ResponderEliminarHola, te escribe Salim, quisiera saber si Elías publicó esto alguna vez, si no, cómo llegó a tus manos, y también quisiera saber si tienes alguna fecha de cuando escribió esto.
ResponderEliminarGracias, un saludo.